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Delicias de la noche. Ft. Osmar Pt. 3 (ESP)

Published: January 13th 2025, 6:32:18 am

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Cinco años después de aquella inolvidable noche en la que Osmar comenzó su camino hacia la transformación total, su vida había cambiado radicalmente. Lo que alguna vez fue un cuerpo atlético y definido ahora era una masa exuberante de 450 libras de pura indulgencia. Su piel, marcada por estrías que serpenteaban como ríos sobre su abdomen y brazos, contaba la historia de cada bocado disfrutado sin remordimientos. Su panza prominente, redonda y firme, reposaba pesadamente sobre sus piernas cuando estaba sentado, mientras que sus pechos voluminosos parecían competir por espacio en su ajustada camiseta. Sus cachetes, ahora suaves y llenos, enmarcaban un rostro que siempre parecía brillar, tanto por el sudor como por la felicidad. Sus piernas, fuertes pero desbordantes, se rozaban al caminar, y sus brazos habían perdido toda definición, convirtiéndose en pilares que sostenían su cada vez más voluptuoso cuerpo. La papada que enmarcaba su rostro redondeado era un recordatorio constante de su adicción a la comida.

Osmar era irreconocible para muchos. Aquellos que lo conocieron en sus años de universidad, cuando era el mejor atleta y un modelo de disciplina, no podían creer la transformación. "¿Ese es Osmar? No puede ser," solían murmurar, incrédulos. Su antiguo grupo de amigos apenas lograba reconocer al hombre que alguna vez fue, y mucho menos entender cómo había pasado de tener abdominales marcados a ser una figura mórbidamente obesa.

Esa tarde, Osmar tenía una cita con Valeria, su mejor amiga de la universidad, con quien había compartido incontables tardes de estudio y sesiones de entrenamiento. Llegó al restaurante acordado, jadeando ligeramente por el esfuerzo de caminar desde el estacionamiento. Su rostro estaba rojo por el esfuerzo, y la camiseta ajustada que llevaba no hacía nada por disimular su inmensa barriga, que sobresalía por debajo de los bordes. Sus shorts, demasiado apretados, dejaban entrever la marca de su ropa interior y exponían parte de su espalda baja, mientras que gotas de sudor recorrían su frente. Valeria, quien ya estaba sentada, alzó la mirada y, sin reconocerlo al principio, dijo: "Buenas tardes, señor. Creo que se ha equivocado."

Osmar sonrió, mostrando un gesto que ella conocía muy bien. En ese instante, Valeria comprendió quién estaba frente a ella. "¡Osmar!" exclamó con asombro. "¿Eres tú? No puedo creerlo."

Se saludaron con un abrazo torpe; Osmar tuvo que inclinarse ligeramente debido a su tamaño, y Valeria se sintió abrumada por el contraste entre el hombre frente a ella y el amigo atlético que había conocido. Mientras se sentaban, comenzaron a hablar de los viejos tiempos. "Recuerdo cuando eras el mejor corredor del equipo," comentó Valeria. "Tus abdominales eran como de revista." Osmar, ahora con la respiración más controlada, soltó una risa entrecortada. "Bueno, esos tiempos quedaron atrás. Ahora corro... pero sólo si hay pizza de por medio."

Pidieron la comida. Osmar, fiel a su estilo, ordenó una pizza familiar y quince alitas picantes, mientras Valeria optó por algo más ligero. Durante la conversación, Valeria no podía evitar mirar cómo su amigo devoraba con entusiasmo cada bocado. Osmar comía rápido, como si cada trozo fuera un desafío que debía superar. Cuando terminó, dejó escapar un sonoro eructo que resonó en el restaurante, haciendo que algunos clientes voltearan. Valeria, visiblemente sorprendida, sólo pudo sonreír nerviosamente. "Definitivamente has cambiado," dijo con una mezcla de asombro y humor.

Al caer la noche, Alejandro pasó por Osmar al restaurante para llevarlo al cine. Mientras conducían, ambos cantaban a todo pulmón "Dancing Queen" de ABBA, riendo entre cada estrofa. Alejandro, siempre curioso, le preguntó: "¿Cómo te fue con Valeria?" Osmar le relató cada detalle, desde su reacción inicial hasta el eructo que dejó anonadados a los comensales. Ambos estallaron en carcajadas, disfrutando de la confianza y complicidad que habían construido a lo largo de los años.

Llegaron al cine y optaron por la zona VIP, un lujo que disfrutaban ocasionalmente. Osmar, a pesar de haber comido tanto con Valeria, no pudo resistirse al combo más grande: palomitas, nachos, hot dogs y refrescos. Mientras la película comenzaba, Alejandro observó cómo su amigo disfrutaba cada bocado con un entusiasmo casi infantil. En la penumbra de la sala, Osmar tomó la mano de Alejandro y la colocó sobre su barriga, buscando un gesto de afecto. Alejandro, entendiendo el momento, comenzó a acariciarla suavemente. Ambos sintieron una conexión intensa, un enlace que iba más allá de las palabras. Osmar susurró un agradecimiento antes de volver su atención a la pantalla, mientras Alejandro sonreía en la oscuridad.

Más tarde, al regresar a casa, Alejandro preparó un festín nocturno especial para Osmar. En la mesa se extendía una variedad de platillos que incluían pasteles, helados, y otros manjares exquisitos. Osmar, emocionado, comenzó a devorar la comida con un placer evidente. Mientras comía, Alejandro no podía evitar observarlo con una mezcla de admiración y deseo. "Has logrado tanto, Osmar," dijo, acercándose con un tono cálido. "Estoy orgulloso de ti."

Con la boca llena, sonrió y respondió: "Gracias, Alejandro. Contigo todo esto ha sido posible." Mientras la noche avanzaba, los dos compartieron un momento de intimidad y complicidad, fortaleciendo aún más el vínculo que los unía.

Osmar se recostó en su cama, su cuerpo extendiéndose sobre las sábanas, satisfecho y lleno. Alejandro, sentado a su lado, colocó una mano sobre su barriga y dijo suavemente: "Siempre hay espacio para más." Con esa frase, cerraron la noche, sabiendo que su viaje juntos apenas comenzaba.

Mientras las primeras luces del amanecer se filtraban a través de las cortinas, el cuarto permanecía en un cálido silencio, interrumpido solo por la respiración acompasada de ambos. Osmar, recostado sobre la cama que apenas soportaba su imponente figura, miró a Alejandro con una mezcla de emoción y determinación.

"Quiero llegar a las 600 libras," declaró de manera firme, su voz cargada de una ambición que parecía iluminar toda la habitación.

Alejandro, que aún acariciaba su abdomen con movimientos lentos, levantó la mirada con sorpresa inicial, pero pronto una sonrisa de pura complicidad se dibujó en su rostro. "Manos a la obra, entonces," respondió con un tono que mezclaba entusiasmo y devoción.

Ambos compartieron una mirada profunda, como si en ese instante sellaran un pacto. Alejandro comenzó a hablar con entusiasmo, esbozando ideas y estrategias para alcanzar esa nueva meta: planes de comidas aún más indulgentes, noches dedicadas a explorar recetas, y momentos que convertirían su sueño en una vivencia sin igual.

Osmar, sin embargo, colocó una mano sobre la de Alejandro, deteniéndolo. "Que esta historia sea vivida, no contada," dijo con serenidad, sus palabras cargadas de significado.

Alejandro asintió, comprendiendo plenamente la intención de su amigo y ahora compañero de vida. Lo que construirían juntos a partir de ese momento sería algo íntimo, una experiencia profundamente personal que no necesitaba ser explicada ni compartida con nadie más.

Mientras la ciudad despertaba lentamente, los dos permanecieron en ese espacio compartido, una mezcla de confianza, complicidad, y anticipación llenando el aire. Cada sonrisa, cada caricia, y cada susurro sellaba la promesa de un futuro construido a partir de sus propios deseos y sueños, lejos de los juicios externos.

Y así, mientras el sol comenzaba a iluminar con suavidad cada rincón de la habitación, el pacto estaba hecho. Ambos sabían que el camino sería único, lleno de retos, placer y crecimiento. Pero esta vez, no se trataría de contarlo, sino de vivirlo intensamente, en cada momento, en cada bocado, y en cada meta alcanzada.