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Delicias de la noche. Ft. Osmar Pt. 2 (ESP)

Published: July 26th 2024, 10:18:14 pm

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Esa noche, cuando Osmar había alcanzado el clímax tras devorar su festín, Alejandro había regresado con más comida. En ese momento, mientras intercambiaban números de teléfono, Osmar descubrió que Alejandro no era solo un repartidor, sino el dueño del restaurante que tanto amaba. Fue una revelación inesperada que añadió un nuevo nivel de emoción e intriga a sus encuentros. Desde esa noche, su relación había evolucionado de manera significativa, pasando de ser completos desconocidos a buenos amigos. Osmar agradecía al destino haber encontrado un amigo en quien aquella noche fue su repartidor y quien amablemente le llevó su orden a la puerta de su casa. La comida se convirtió en un vínculo poderoso que los unía cada vez más, transformando sus noches en rituales de placer y satisfacción.

Cada semana, Alejandro traía diferentes delicias, y cada visita reforzaba la creciente obsesión de Osmar por la comida. Lo que comenzó como una simple noche de gula se convirtió en una necesidad constante, una fuente de euforia que Osmar simplemente no podía ignorar. La emoción que sentía al escuchar el timbre y ver a Alejandro con bolsas llenas de comida era indescriptible. Era un ciclo de anticipación y satisfacción que lo mantenía deseando cada vez más. El chico flaco y energético se había desvanecido, reemplazado por tipo más voluptuoso.

Un año y medio después, Osmar se había entregado completamente a sus antojos. Al menos tres veces por semana, Alejandro lo visitaba con generosas cantidades de comida. Estas visitas se habían transformado en rituales de placer y satisfacción, y el cuerpo de Osmar reflejaba esos cambios: las estrías eran más pronunciadas, su panza y trasero habían crecido considerablemente, y su físico atlético era cosa del pasado.

A menudo, Osmar reflexionaba sobre cuánto su voracidad lo había alejado de su esbelto cuerpo. Recordaba sus días de ejercicio intenso y dieta equilibrada, cuando solía pesarse con orgullo, monitoreando su progreso. Ahora, la balanza era un recordatorio de su creciente peso, y aunque había comenzado a dudar en subirse a ella, la emoción por la comida siempre terminaba ganando. Su apetito había crecido notablemente, y lo que antes lo satisfacía ahora solo era un aperitivo. La sensación de plenitud que tanto disfrutaba se había vuelto esencial en su vida. Incluso había tenido que comprar ropa nueva porque la antigua ya no le entraba, y notaba las miradas curiosas de sus vecinos cuando salía a la calle.

Una noche de viernes, completamente hambriento pese a haber comido un enorme almuerzo nuestro gordito esperaba con ansias y excitación la llegada de Alejandro. Cuando el timbre finalmente sonó, abrió la puerta y recibió las bolsas llenas de comida con una sonrisa.

Su amigo entró con su habitual energía positiva. "Te traje algo especial esta noche," dijo, colocando las bolsas sobre la mesa. "Debo volver al restaurante en unos 15 minutos, pero quiero que disfrutes de esto."

Agradecido, Osmar comenzó a disponer la comida: pizzas, alitas picantes, hamburguesas y una selección de postres. Alejandro se sentó a su lado por un momento, observando cómo empezaba a comer con tranquilidad, saboreando cada bocado de la comida que le había llevado.

"Es impresionante ver cuánto disfrutas de la comida," comentó Alejandro. "No hay nada mejor que ver a alguien deleitarse con lo que uno prepara."

Sonriendo entre bocados, Osmar estaba disfrutando del placer de la comida y la compañía de su amigo. Poco a poco, su ritmo comenzó a acelerarse. La tranquilidad inicial dio paso a una urgencia creciente como si viviese para comer todo lo que tenía enfrente de él. Cada bocado era más grande y cada vez más rápido. El sentimiento de plenitud y satisfacción se mezclaba con una desesperación por consumirlo todo.

Alejandro se levantó y puso una mano en el hombro de Osmar. "Debo regresar al restaurante ahora, pero quiero que abras este regalo cuando me vaya," dijo, dejando una pequeña caja en la mesa.

Asintiendo, Osmar respondió, "Gracias, hermano. Nos vemos pronto," Suavemente se levantó y abandonó la habitación, el sonar de su auto encendiéndose llenó a nuestro gordito de un pequeño vacío pues veía cómo su amigo se marchaba.

Una vez solo, abrió la caja y encontró una báscula. Intrigado, decidió pesarse por primera vez en un año y medio. Recordaba cómo solía disfrutar pesarse, monitoreando cada gramo ganado en músculo incluso recordaba cómo contaba cada caloría que consumía, algo totalmente opuesto a su versión actual. Empezó a sudar un poco, ¿acaso será por mi peso o realmente estoy nervioso? exclamó; sentía un nudo en el estómago al pensar en el número que aparecería. Sin embargo, la excitación por la comida lo impulsó a hacerlo. En un momento digno de ser grabado para la posteridad Osmar se subió a la báscula y, al ver el número, sintió una mezcla de sorpresa y excitación: 249 libras. En ese momento, comprendió cuánto había cambiado.

Una vez procesado que estaba muchísimo más gordo que hace un año y medio se dispuso a seguir comiendo en su sala; mientras se recostaba en el sofá, reflexionaba sobre toda la comida chatarra que había devorado durante el último año y medio. Cada papa frita, cada presa de pollo, cada chuleta, cada litro de deliciosa coca cola... todo estaba ahora en su cuerpo en forma de grasa. A pesar de los cambios en su apariencia, no podía evitar sentir un enorme placer oscuro al pensar en cómo cada bocado contribuía a su nueva figura. Esa realización le produjo una euforia indescriptible que sin querer empezó a producirle erecciones, “estoy en el paraíso” exclamaba mientras su mano se dirigía a su entrepierna. Hizo una pausa y, tras reflexionar por un momento sobre todas aquellas nuevas sensaciones, se sintió más decidido que nunca a alcanzar las 250 libras ese mismo viernes. Se sentía orgulloso de haber engordado 99 libras y sabía que esa noche alcanzaría la marca de las 100 libras adicionales.

Se levantó para llamar a Alejandro, y al hacerlo, se sentó accidentalmente sobre un control de su consola, destrozándolo por completo bajo el poderío de su enorme y sensual trasero. ¡Wow! Eso no lo vi venir exclamó, tras un pequeño susto, se repuso rápidamente y marcó el número de Alejandro con sus dedos todos grasosos.

"¿Podrías traerme más comida? Quiero ver hasta dónde puedo llegar esta noche," dijo Osmar, su voz llena de urgencia, deseo, pero sobre todo lujuria.

Alejandro respondió con una mezcla de sorpresa y entusiasmo. "Por supuesto, Osmar. Te llevaré lo mejor del restaurante."

Mientras esperaba a que su comida llegue, continuó jugando y terminando lo que previamente había dejado su amigo en su casa; su mente no podía dejar de imaginar la llegada de más pizzas y alitas picantes. La anticipación lo llenaba de energía y su cuerpo respondía con una mezcla de satisfacción y excitación. Finalmente, el timbre sonó, cual espera eterna nuestro protagonista intentó correr a la puerta, pero su redonda panza lo hizo recapacitar sobre esta última decisión, Cuando Alejandro llegó una vez más con una nueva carga de comida, Osmar no pudo evitar abrazarlo e invitarlo a que se quede para acompañarlo el resto de la noche.

Alejandro con una respuesta afirmativa sobre la propuesta anterior le entregó la comida solicitada, "aquí tienes, amigo, disfruta cada bocado," dijo mientras se sentaba a su lado.

Osmar se dio cuenta que su amigo también le trajo una Coca Cola mediana y sin pensarlo 2 veces la empezó a beber con entusiasmo. El exceso de gas hizo que nuestro gordito empezara a eructar ruidosamente, llenando la habitación con el sonido. Suenas como un cerdo dijo Alejandro y le pasó una servilleta, al acercarse a dársela estaba anonadado y con mucha lujuria en sus ojos observaba cuánto peso había ganado su amigo. Recordaba cuando Osmar pesaba apenas 150 libras e inclusive su Doctor le había dicho que tenía muy bajo su peso y que debería tratar de ganar algo de peso, cómo da vueltas el mundo exclamó internamente. Ahora, con 249 libras, el cuerpo de Osmar era una demostración de poder y voluptuosidad. Su panza prominente, sus estrías, y su trasero grande y redondeado eran testimonio del camino recorrido.

"Es increíble cuánto has cambiado," comentó Alejandro con admiración. "Cada parte de ti muestra lo mucho que has disfrutado."

Osmar comenzó a comer de manera normal, disfrutando cada mordisco mientras conversaba con Alejandro. Sin embargo, poco a poco, su ritmo se aceleró y terminó devorando todo con una mezcla de placer y desesperación.

La noche prometía ser inolvidable, y Osmar estaba decidido a explorar los límites de su apetito y placer. Mientras Alejandro lo observaba con una sonrisa, ambos sabían que ese era solo el comienzo de una nueva etapa.

¿Qué pasará ahora que han transcurrido cuatro años desde que Osmar sacó a relucir su gula? Esta historia continuará, y la próxima parte promete revelar aún más.